En la cárcel Modelo de
Madrid, uno de los presos le confía a un compañero de infortunio:
—Creo que estamos salvados.
Ese miliciano al que he saludado era camarero de mi casino.
Tiene que estarme agradecido por las buenas propinas que le daba.
Llega el momento de una «saca»
y el miliciano camarero lo señala:
—A éste fusilarlo de los
primeros.
Los milicianos arrastran al
desdichado al paredón.
Cuando se marchan, el
confidente del sentenciado comenta:
—Menos mal que yo no tengo
enemigos, porque nunca le he hecho un favor a nadie.
Juan Eslava Galán (2005) Una historia de la guerra civil que no va a gustar a nadie.