domingo, 9 de enero de 2011

Sueños

Me han traído recuerdos de un clásico muy querido, leído en circunstancias y lugar ajenos a lo habitual que lo hacen doblemente inolvidable. Obra breve pero inmensa... y actual, como nos recuerda un tal Señor de la Vega, cuya visión es más diestra que la de este mero copiador. Aquí va:

Yo imagino una puesta en escena del mismo, en la tribuna de la sede de Naciones Unidas. Transmitiendo en directo al mundo, y delante de los desvergonzados dirigentes que nos dirigen... alguno de los soliloquios más bellos de Segismundo (también del mundo), en voz, por ejemplo un niño sudanés de Darfour:

¡Ay mísero de mí, y ay infelice!
Apurar, cielos, pretendo,
ya que me tratáis así,
qué delito cometí
contra vosotros naciendo.
Aunque si nací, ya entiendo
qué delito he cometido;
bastante causa ha tenido
vuestra justicia y rigor,
pues el delito mayor
del hombre es haber nacido.
Sólo quisiera saber
para apurar mis desvelos
—dejando a una parte, cielos,
el delito del nacer—,
¿qué más os pude ofender,
para castigarme más?
¿No nacieron los demás?
Pues si los demás nacieron,
¿qué privilegios tuvieron
que no yo gocé jamás?

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Los comentarios están moderados para entradas antiguas.